Pero
a pesar de todo, las cosas no le iban del todo bien. Nunca le habían
ido bien. Desde pequeña, los de su clase se reían de ella y la
marginaban. No la querían en sus grupos, y si alguna vez iba con ellos,
acababa volviendo a casa con lágrimas en los ojos porque no aguantaba
las burlas de los demás. Empezó a volverse una niña callada y sola, que
se tragaba sus problemas, que se preocupaba demasiado por los demás y
obtenía odio a cambio.
Pero
llegó al instituto y las cosas parecieron cambiar poco a poco. Conoció a
gente nueva, los de su clase dejaron de reírse de ella, los estudios
le iban bien... Durante los tres primeros cursos, sonreía a menudo, se
la veía bastante feliz a pesar de los problemas que salían puntualmente,
disfrutaba de sus días.
En
cambio, llegó al cuarto curso y las cosas volvieron a cambiar. El grupo
de amigos en el que estaba se desvaneció, dejándola de lado otra vez.
En las clases los demás hacían parejas entre ellos, y ella se quedaba
sola. Sus notas empezaron a bajar en picado. Los demás solo la buscaban
por interés, además de que siempre se enamoraba de imposibles y
acababa herida cuando sabía la verdad.
Clara
notaba que cada vez estaba más sola, que nadie la quería y que volvía a
enfrentarse al miedo que le había quedado de cuando era niña: la
soledad.
En
casa, las cosas también cambiaron. Al ver que tenía posibilidades de
repetir curso y que cada vez ayudaba menos en las tareas domésticas, el
ambiente se fue tensando, sus padres le gritaban cada vez más a menudo.
Ella se sentía cada vez más culpable de todo, cada vez aguantaba más
dolor, más presión. No sabía como quitarse ese peso de
encima. Ni la música, su fiel amiga, la ayudaba en esos casos. Pasaba
muchas noches llorando, preguntándose porque le había pasado todo eso a
ella, que qué había hecho para merecerse el odio de todo el mundo.
Quería huir, escapar de allí, irse lejos y empezar una nueva vida en un sitio donde nadie conociera su pasado.
Durante
esos meses, Clara se había refugiado en una red social donde nadie la
juzgaba, y si lo hacían, poco le importaba, ya que eran desconocidos. A
parte, había conocido a unas cuantas personas maravillosas, que la
habían ayudado, a veces sin darse ni cuenta, a seguir adelante. Una de
esas personas se había convertido en su mejor amiga, su mitad, una
hermana. Aunque viviera en la otra punta del país, se apoyaban mutuamente, y eso era lo que las mantenía unidas.
Pero
en su realidad, la gente no dejaba de criticar. Y aunque hacía que no
le importaba, en el interior, las palabras se le clavaban como
cuchillos. Y al final terminó mal, sin ser consciente de lo que
hacía.
Al
cabo de un tiempo, con mucha voluntad, y gracias a su mejor amiga, fue
capaz de superarlo y empezar a quererse a sí misma. Se veía más bonita,
sonreía, no le daba importancia a lo que decían los demás. Clara cambió,
gracias a personas que vivían a kilómetros de ella. Y aunque tuviera el
remordimiento de todo lo sucedido, intentaba restarle importancia."
Esta
es la historia de alguien que busca un refugio en las palabras. Que se
esconde para llorar, pero sale a la calle con una sonrisa puesta. Y
sobre todo, que lo único que quiere es sentirse querida por alguien que
de verdad valore como es, después de tanto odio en su vida.
Ene.
Me hacía ilusión ser la primera en comentar algo... Asdfghjkl. Bueno, pues eso, que has hecho que llore y todo con esta entrada, como ya te dije. Está muy bien :')
ResponderEliminarJo, asiduhaocshaoisd, gracias. :'')
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