"Hacía una semana que Alec se había ido. Me pasaba los días
encerrada en mi habitación, dándole vueltas a mis pensamientos. Necesitaba
salir e ir a París como fuera. Hacía algo más de un mes que le conocía y se
había convertido en una pieza esencial en mi vida diaria. Echaba de menos sus
abrazos, su sonrisa, sus intensos ojos azules, su olor a agua marina… Echaba
de menos a todo él.
Me había planteado
intentar olvidar el asunto, no hacer caso a mi corazón que esperaba con ansias
poder escapar hacia París, pero su recuerdo permanecía fuerte en mí, y yo no
había podido quitármelo de la cabeza. Había una voz en mi interior que me
repetía día tras día y noche tras noche que debía salir a buscarle, debía
encontrarle, porque yo sola no sabía cómo sobrevivir.
Me preguntaba cómo era yo antes de conocerle, antes de
volverme loca por él. Lo único que recordaba es que no solía hacer mucho, me
pasaba muchas horas a solas, leyendo, o paseando. La gente de mi instituto no
era muy agradable conmigo, más bien me ignoraban, y yo hacía lo mismo con
ellos.
Sabía que mis padres no me iban a dejar ir a París sola.
Pero intenté que fuera creíble y les dije que tenía a alguien esperándome allí,
a una amiga. Al principio no les gustó la idea, pero al verme tan insistente,
aceptaron. Ni se molestaron en saber si era verdad que me esperaban, porque, según
ellos, estaban demasiado ocupados con su trabajo.
Ya tenía el primer gran paso hecho. Mi madre me compró el
billete y reservó el hotel, ya que le
dije que la casa de mi amiga era pequeña, y no cabía nadie más. No me
cuestionó, así que le indiqué que buscara un hotel por la zona de Porte
d’Italie, que era por dónde Alec se había mudado. Tenía una semana y media para
investigar sobre París, sobre donde podría estar él. Busqué información sobre el
barrio en el que se había mudado, y aunque sabía que era prácticamente
imposible, tenía la esperanza de poder llegar a encontrarle.
Esa semana y media pasó demasiado rápido. Sin apenas darme
cuenta, ya estaba en el aeropuerto, despidiéndome de mis padres y preparándome
para subir al avión. A partir de ese momento, empezó mi aventura.
Lo primero que hice al llegar a París fue instalarme al
hotel. La habitación era sencilla pero cómoda, y ya que estaba cansada del
avión decidí empezar la búsqueda el día siguiente, así que me tumbé en la cama
y me dormí.
El despertador sonó a las ocho y media, me duché, bajé a
desayunar al comedor del hotel, recogí mis cosas y me dirigí al metro. Primero
de todo, quería visitar un poco la ciudad. Aproveché la mañana al máximo, y por
la tarde, paseé por la zona de Place d’Italie, que no quedaba muy lejos de mi
hotel.
Hice lo mismo durante los siguientes cinco días. Al ver que
mi búsqueda no daba resultados, dediqué unas horas en investigar sobre la zona.
Encontré la universidad de artes gráficas, donde teóricamente, estaba
matriculado Alec. Hacía ya casi un mes que estaba en París, estaba segura de
que había asistido a clase, así que me informé de los horarios, y fui a probar
suerte.
Llevaba más de media hora viendo jóvenes salir de la
universidad, pero ninguno de ellos era Alec. “A lo mejor hoy no ha ido a clase.
No te desanimes, aún te queda una semana”, me dije. Me dirigí a la cafetería
más cercana, y me senté a descansar. Pedí lo que siempre pedía, un café. Sonreí
en cuanto lo dije, me recordó los momentos y las tardes que pasábamos juntos en
la cafetería en la que nos habíamos conocido. Recordé cada detalle del primer
día, como me miraba, la intensidad de sus ojos azules cuando los vi por primera
vez y me perdí en ellos.
Ya con mi café en la mesa, observé la gente pasar. Parejas
felices, niños, abuelas y hombres con traje, que parecían llegar tarde a todos
los sitios. Me fijé en una pareja que en ese preciso instante, pasaba junto la
cafetería. Parecían felices. Ella era una chica preciosa, esbelta, el pelo
castaño largo y mechas en las puntas, los labios pintados de rojo intenso y
gafas de sol, que sonreía al chico al que iba cogida de la mano. Y él me era
tan familiar… Era alto, con el pelo negro y corto, también llevaba gafas de
sol. Se giró para mirar a su chica, y entonces pude ver su rostro. Entonces
entendí porque me era tan familiar. Él vio que le estaba observando, y su
sonrisa se cambió por una expresión de sorpresa. Antes de que pudiera reaccionar,
pagué el café, y salí por la puerta contraria en la que estaba la pareja. Vi
como él le hacía señas a su chica, pero ya estaba demasiado lejos como para
oírles. Entonces, él echó a correr detrás de mí. Sabía que me iba a alcanzar,
pero yo le llevaba una gran ventaja.
Corría entre la gente, chocando y tropezando, y las lágrimas
ya corría por mi mejilla. Era irónico, ahora que le había encontrado, quería
huir de él. Quería huir de la persona que me estaba persiguiendo, quería huir
de Alec."
Pues nada, aquí tenéis la cuarta parte, espero que os guste, y a ver si algún día comentáis, que pasáis como los ninjas... ¡Gracias por leer!
Ene.
Ola n.n Yo acabo de encontrar tu historia por casualidad y conste que vuelo rauda y veloz a leer el principio porque me ha encantado y enganchado.
ResponderEliminarEnhorabuena. Muy buena tu forma.de escribir.
Besos, Ever
¡Hola!
EliminarAww, me has alegrado el día. ¡Muchas gracias! Me alegro de que te guste, de verdad. :3
Besos. :)
Eres mala le vas a hacer sufrir un monton, en especil a mi, pero me ha encantado, date prisa por favor. En una semana se ha buscado a otra, será gilipollas, cuando tiene a la mejor del mundo se olvida de ella en un par de dias, pues menos mal q la queria muxissimo, porque sino...
ResponderEliminarBesos, Laura
JAJAJAJA lo sé, lo sé. Bueno, intentaré subir lo más pronto posible, pero me gusta haceros esperar, así tiene más emoción. Ya me matarás mañana...
Eliminar¡Gracias Laura! Besos. :)